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Francia y Alemania deben convertirse en una fuente del bien

por Christine Bierre

Conferencia del Instituto Schiller

El espíritu fraternal del presidente de Francia Charles de Gaulle y del canciller de Alemania Konrad Adenauer quedó de manifiesto en la conferencia que organizó el 4 de febrero el Instituto Schiller en París, en conmemoración del 40 aniversario de la firma del Tratado del Elíseo por ambos gobernantes. El tratado aplacó los sentimientos hostiles que dejó la Segunda Guerra Mundial y comprometió a las dos naciones a una amistad y desarrollo mutuos.

Los discursos de Jacques Cheminade, presidente del Partido Solidaridad y Progreso en Francia, y Helga Zepp–LaRouche, presidenta del Movimiento de los Derechos Civiles Solidaridad (BüSo) en Alemania, inspiraron a las aproximadamente 140 personas que asistieron, entre las que se contaban representantes de embajadas, la prensa y jóvenes. Ambos encarnaron el espíritu de los dos grandes líderes de las posguerra, de un modo que el presidente francés Jacques Chirac y el canciller alemán Gerhard Schröder no han logrado.

Ser grande, dijo De Gaulle en uno de sus escritos, es participar en una gran lucha, y un verdadero líder debe saber que en cada ser humano existe un deseo de inmortalidad que debe abordarse, para inspirar a la gente a que esté a la altura de la ocasión. Este es el sentido de inmortalidad que Cheminade y Zepp–LaRouche abordaron, planteando los grandes desafíos que le esperan a la renovada alianza francoalemana, si es que ha de dejar huella en la historia. Los participantes estuvieron a tono con el título de la conferencia, "La Vieja Europa contraataca", pues los estúpidos desvaríos del secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld contra la "Vieja Europa", han tenido el efecto de rebote de motivar a la gente a luchar contra el nuevo imperio que la facción de los halcones de la guerra quieren erigir.

Cheminade: el marco histórico

Cheminade inició la conferencia leyendo extractos de un discurso que De Gaulle le dirigió a la juventud alemana, durante su primer viaje oficial a Alemania en 1963. En este bello discurso, De Gaulle retó a los jóvenes con una gran misión, en la que Francia y Alemania actuarían como el instrumento para el bien de toda la civilización: "Los felicito. . . por ser jóvenes en este tiempo. Su generación es testigo de. . . la multiplicación de los resultados combinados de los descubrimientos realizados por los científicos y la construcción de máquinas que cambian profundamente las condiciones físicas del hombre. Pero es responsabilidad de la gente de su edad el crear las condiciones en las cuales los nuevos y prodigiosos campos que se abren frente a su existencia, se conviertan en la conquista, no de unos pocos privilegiados, sino de todos nuestros hermanos humanos. Tengan la ambición de hacer progresar el bien común, de modo que cada persona participe en él y permita aumentar la belleza, la justicia y el bien en todas partes. . . que procure a los miles de millones de habitantes de las regiones subdesarrolladas los medios para combatir el hambre, la miseria, la ignorancia y para tener acceso a una dignidad íntegra".

Al citar así a De Gaulle, Cheminade ubicó el Tratado del Elíseo en su marco histórico, pues lo antecedió una guerra horrible que hombres como Heinrich Brüning de Alemania y Pierre Laval de Francia no pudieron detener, debido a sus políticas de austeridad; y le siguió el ascenso del poder financiero y militar angloamericano, contra el que combatieron De Gaulle y Adenauer, pero que no pudieron erradicar.

Las heridas de la guerra aún no sanaban cuando se firmó el Tratado del Elíseo y, en particular, De Gaulle tuvo que luchar contra la propia opinión pública de su país. Dos de sus sirvientes domésticos, Philomene y Louis, quedaron impactados cuando De Gaulle les informó que el Canciller alemán los visitaría el 14 de septiembre de 1958: "¿Un alemán aquí? ¡Nunca, nunca, nunca!", dijeron estos ex combatientes de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras ambos líderes europeos celebraban la reconciliación con un tedeum en la catedral de Reims, había manifestantes portando pancartas que decían: "¡Fuera de Francia todos los nazis!"

La alianza francoalemana fue una nueva declaración de guerra, no contra un objetivo militar, sino contra las facciones imperiales angloamericanas que llegaron al poder tras la muerte de Franklin Delano Roosevelt y la traición a sus políticas por parte del nuevo presidente Harry Truman. Todavía a dos semanas antes de la firma del tratado el 14 de enero de 1963, De Gaulle le negó a Gran Bretaña la entrada al Mercado Común Europeo y, meses después, se retiró de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y recuperó toda su soberanía militar. Luego, De Gaulle actuó de inmediato para ampliar la alianza francoalemana desde el Atlántico hasta los Urales y, en un brindis con el primer ministro ruso Aléxei Kosiguin en 1966, la abrió a la Europa Oriental.

Sin embargo, en 1971, a pesar de las esperanzas que suscitó la alianza francoalemana, la oligarquía financiera angloamericana decidió desacoplar al dólar del oro, abriéndole camino a la ley de la selva financiera que rige hoy al mundo.

Ahora tenemos, una vez más, una gran oportunidad, dijo Cheminade, pasando revista a las recientes declaraciones francoalemanas contra la guerra en Iraq y contra el inflexible y monetarista Pacto de Estabilidad de la Unión Europea, el cual, junto con la crisis del sistema del dólar, está arrastrando a Europa a un desplome económico. Estas declaraciones son terriblemente insuficientes, dijo, pero a juzgar por la reacción del lado angloamericano, no son cualquier cosa. Cheminade, atacó al equipo de propaganda sucia que crearon los asociados de Rumsfeld y el vicepresidente Dick Cheney, Doug Feith y William J. Luti, avocados a la tarea de desacreditar los esfuerzos antibélicos francoalemanes. El comunicado a favor de la guerra firmado por ocho jefes de Estado europeos contra Francia y Alemania, sigue totalmente la línea de los esfuerzos angloamericanos por sabotear a la Comisión Económica Europea y otras tantas iniciativas de De Gaulle y Adenauer.

Esta nueva alianza francoalemana no puede quedarse al nivel actual, declaró Cheminade, o será destruida. La única forma de que progrese es abordando tres cuestiones:

1. Una simple campaña contra la guerra será totalmente impotente; Francia y Alemania deben manejar el problema implícito en la ofensiva bélica: la bancarrota del sistema financiero actual. La alianza francoalemana debe actuar para instrumentar las ideas que propone Lyndon LaRouche: un Nuevo Breton Woods, el Puente Terrestre Eurasiático y un Plan Oasis para el Oriente Medio.

2. Francia y Alemania deben movilizar a su opinión pública a favor de tales proyectos, lo que significa abandonar cualquier política de austeridad y cambiar aquellos aspectos del Tratado de Maastricht y del Pacto de Estabilidad que impiden que Europa adopte una política económica rooseveltiana.

3) Europa debe contribuir a los esfuerzos de los "otros Estados Unidos", es decir, los de Lyndon LaRouche.

Zepp–LaRouche: no al choque de civilizaciones

A continuación, Helga Zepp–LaRouche se dirigió al auditorio francés en su propio idioma. El tratado de De Gaulle–Adenauer fue "un verdadero avance histórico", dijo, pero "la renovación de esta amistad hoy es igual de importante, si no es que más". Esta nueva alianza debe ser la contribución europea más importante para evitar que una guerra de agresión se convierta en el detonador de un choque de civilizaciones, una guerra mundial y una nueva Era de Tinieblas.

Respecto a la guerra contra Iraq, Zepp–LaRouche insistió que "en estos momentos tenemos una pequeñísima oportunidad para detener la guerra, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para pararla". No hay ninguna razón para emprender esta guerra, dijo, mostrando que los EU han fracasado en ofrecer prueba alguna del peligro que dizque representa Iraq. También instó a los juristas y políticos internacionales a denunciar el nuevo concepto estadounidense de guerra preventiva, que en realidad es una guerra de agresión del tipo por el que se condenó a cierta gente en Nuremberg.

Zepp–LaRouche instó a la gente a que viera por internet el 28 de enero el "Informe a la nación" de Lyndon LaRouche, y que lo comparara con el informe que daría George Bush el mismo día. Mientras que Bush deliraba por la guerra, LaRouche señaló que, horrible como sería, la guerra contra Iraq activaría algo aún peor: un choque de civilizaciones contra un mundo musulmán de mil millones de habitantes.

Más allá de las consecuencias militares, Zepp–LaRouche pintó un cuadro sombrío de cuáles serían las consecuencias económicas de semejante guerra. Un precio del petróleo superior a los 80 o 100 dólares por barril, probablemente sería la última estocada a un sistema que ya se encuentra en su agonía de muerte, dijo.

Puesto que los EU tienen el aparato militar más poderoso del mundo, la única posibilidad de parar la guerra y la caída de los EU a una potencia imperial, es movilizando una oposición dentro de ese país. Zepp–LaRouche destacó los esfuerzos de su esposo por atajar al partido de la guerra, incluyendo la movilización de las fuerza tradicionales en el Ejército.

¿Qué puede hacer Europa en una situación en la que estamos al borde de una guerra, y en la cual podría crearse cualquier pretexto —como un megaataque terrorista— para desatar la guerra contra Iraq? Zepp–LaRouche señaló que aunque las manifestaciones en Europa pueden fortalecer el empuje antibélico, no son suficientes para detener la guerra, ya que sus causas yacen en la crisis económica.

El sistema entero está al borde del desplome, dijo, indicando que más de la mitad de los 50 bancos más poderosos del mundo están quebrados. Más allá de Argentina, Brasil, Japón y ahora Alemania, el epicentro de la crisis son los EU. El dólar se derrumba y 46 de sus 50 estados están en bancarrota. El gobernador de California declaró hace poco que aunque despidiera a todos los empleados del gobierno, y cerrara todas las cárceles, hospitales, escuelas, universidades y clínicas psiquiátricas de California, ¡la colosal deuda del estado se reduciría sólo a la mitad!

Debemos darle marcha atrás a la depresión, dijo, indicando que éste es el verdadero desafío para Francia y Alemania. En muchas partes del mundo la miseria, la hambruna y las enfermedades son abrumadoras. Zepp–LaRouche informó de su reciente viaje a la India y en particular de su visita a Calcuta, donde LaRouche encontró una pobreza mucho peor que hace 57 años, cuando visitó por primera vez esa ciudad. Más de 3 millones de personas viven en las calles, con sólo una manta para dormir y una sola comida al día, sin acceso a agua potable, electricidad, calefacción o sanitarios. En la India, un bello país donde la civilización Rig Veda se remonta a hace 10.000 años, entre 5 y 7% de la población esta infectada con el VIH.

Tras ofrecer ejemplos de cómo el Puente Terrestre Eurasiático y el Nuevo Bretton Woods sacarán al mundo de la depresión, Zepp–LaRouche delineó una misión para Francia y Alemania en el espíritu del discurso de De Gaulle a la juventud alemana. Lo que se necesita es la cualidad de misión de Juana de Arco, en su lucha contra lo que los indios llaman, los "británicos", la cualidad de misión de un Godofredo Leibniz que, en espíritu, era tanto francés como alemán.

"La amistad francoalemana es algo bello", dijo, subrayando que los tesoros de la historia de ambos países los hacen privilegiados, pero también les confiere obligaciones especiales. "Debemos convertir a nuestros países en una fuente del bien, una fuente de la verdad, de visión y generosidad", dijo, de modo que "ningún país pequeño en Europa pueda sentirse amenazado por esto, sino que más bien desee que se le lleve a ese desarrollo".


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