Conferencias - Ciencia - Arte - Literatura - Noticias - Unase
Inglés - Inicio

Literatura

La España de Carlos III y el Sistema Americano

La participación de España en la Revolución Americana

por William F. Wertz y Cruz del Carmen Moreno de Cota

Aunque el apoyo de la Francia borbona a la Revolución Americana es célebre, el de la España de Carlos III no lo es tanto. Como hemos documentado, Carlos III, el otro monarca borbón europeo, tenía la firme convicción desde su experiencia en Nápoles de que Inglaterra era su enemigo natural, y de que su derrota era absolutamente necesaria. En esto, a Carlos no lo guiaban meros motivos estratégicos, sino más bien un compromiso con la promoción del bienestar general, no sólo del pueblo español y del de sus colonias, sino también del de las colonias norteamericanas. Como en el caso de Francia, la España de Carlos III estuvo abierta a las reformas republicanas expresadas en el movimiento dirigido por Benjamín Franklin en Norteamérica.

En 1774 murió Luis XV de Francia. Luis XVI, su nieto, ascendió al trono y, con él, los ministros Anne Robert Jacques Turgot, barón de l'Eaulne, y Charles Gravier, conde de Vergennes. Cuando estalló la Revolución Americana, Vergennes abogó mucho por darle ayuda en secreto, mientras que Turgot afirmaba que el verdadero interés de Francia era permanecer del todo neutral.

Aun antes de que llegaran a Francia los enviados estadounidenses Benjamín Franklin y Arthur Lee, como comisarios, y Silas Deane, Francia ya había adoptado el plan de Vergennes y destituido a Turgot.

Un mes antes de la firma de la Declaración de Independencia de los EU del 4 de julio de 1776, Francia y España habían organizado la ayuda económica para los revolucionarios. Grimaldi le escribió el 27 de junio de 1776 una carta desde Madrid a Aranda en París, en la cual le decía que había informado a Carlos III de las "discusiones secretas con el conde de Vergennes sobre el asunto de la ayuda que la Corona se proponía hacer llegar a los rebeldes en las colonias británicas y la otra asistencia que ellos planean proporcionarles en secreto. . . Su majestad aplaudió las acciones de la corte francesa y las considera convenientes a los intereses comunes de España y de Francia. . . Su majestad me ha instruido en conformidad para enviarle a Su Excelencia el crédito adjunto por un millón de 'libras turnois' para ser usadas en esta empresa. . . Su Excelencia está por la presente concediendo poner a discusión con el conde de Vergennes la mejor forma de utilizar esta suma de dinero y la mejor forma de garantizar que llegue a las fuerzas rebeldes.(22)

Silas Deane fue a París a ver a Vergennes. Pronto entró en contacto con Aranda, el hombre que había expulsado a los jesuitas de España, y a quien Carlos III nombró embajador de España en Francia en 1773.

En principio, tanto España como Francia pensaban ayudar a la Revolución Americana en contra de los británicos. Francia envió a PierreAgustin Caron de Beaumarchais a Londres y a De Bonvouloir a Norteamérica. El ministro del Consejo de Indias y de la Armada española, José de Gálvez, marqués de la Sonora, le ordenó al gobernador de La Habana que enviara representantes a Pensacola, Florida, y a Jamaica.

Varios despachos entre Vergennes y Grimaldi discutían la conquista de Portugal, Menorca y Gibraltar, todas posesiones estratégicas de los británicos. Aranda pensó atacar a Irlanda.

En 1776 hubo cambios ministeriales en España. A Floridablanca lo llamaron de su embajada en Roma para remplazar a Grimaldi, quien había renunciado en noviembre de 1776. Y Grimaldi salió para Roma como embajador.

Beaumarchais dirigió la Roderique Hortales et cie., fundada para ayudar a los revolucionarios americanos. España y Francia contribuyeron con un millón de libras cada una para fundar esta compañía.

El americano George Gibson visitó al gobernador de Luisiana, Luis Unzaga y Amezaga, para solicitarle la creación de un tratado comercial. En diciembre de 1776 Unzaga recibió armas, municiones, ropa y quinina, junto con órdenes de enviarlas en apoyo a la revolución. También les enviaron pólvora y cañones desde La Habana y México.

El 26 de octubre de 1776 Benjamín Franklin llegó a Francia. Arthur Lee, quien estaba en Londres, lo alcanzó en París. Deane, Franklin y Lee se reunieron con Aranda el 29 de diciembre de 1776, y de nuevo el 4 de enero de 1777. Propusieron la creación de una alianza entre los revolucionarios americanos, Francia y España. Aranda estuvo a favor de que fuera una alianza directa.

Franklin, autorizado por el Congreso estadounidense, estaba listo para ir a España a firmar un tratado de alianza, pero Aranda lo disuadió de ir en ese momento, sabiendo que España aún no estaba lista para eso.

Sin embargo, Franklin le pidió a Aranda que le comunicara a Carlos III la siguiente propuesta, basada en una resolución del Congreso (30 de diciembre de 1776):

"Si desea Su Majestad Católica hacer una alianza con los EU y hacerle la guerra a Gran Bretaña, los EU garantizarían apoyar cualquier ataque que Usted decidiera hacer sobre el puerto y la ciudad de Pensacola, siempre que los EU continuaran teniendo libre navegación por todo el Misisipí y uso del puerto de Pensacola. Los EU declararán la guerra al Rey de Portugal (asumiendo que se probara cierto que el mencionado Rey de Portugal realmente ha provocado a los EU proscribiendo de sus puertos a todos sus barcos y confiscando algunas embarcaciones), siempre con la condición que tal empresa no provoque desaprobación de las cortes francesa y española, y que estén en posición de apoyarla".(23)

Franklin continúa, diciéndole a Aranda:

"Asumiendo que las dos naciones estén estrechamente unidas en esta empresa común, y que ambas consideren tácticamente viable armar un ataque a las Islas británicas en el Caribe, el Congreso, además de lo que se estableció anteriormente, propone apoyar con pertrechos con un valor de dos millones de dólares y equipar seis fragatas, cada cual de por lo menos veinticuatro cañones, totalmente equipadas y listas a entrar en servicio en la flota conjunta, y también tomar todas las demás medidas a su disposición, como conviene de un verdadero aliado, para asegurar el éxito de dicho ataque y hacer todo esto sin tener otro motivo cualquiera que este sea, que ocupar dichas islas en su propio nombre".(24)

España rechazó entablar una alianza inmediata tal como la planteaba Franklin, pero propusieron ayudar a los americanos en secreto. Arthur Lee salió de París hacia España en febrero de 1777, regresando después de confirmársele que recibiría ayuda directa desde España o desde Nueva Orleáns, principalmente vía la casa bancaria Gardoqui, cuyo director, Diego de Gardoqui y Arriquivar, era un comerciante español que también tendría una función diplomática decisiva.

Gardoqui primero recibió del Tesoro español 70.000 pesos, y luego otros 50.000, que debían enviarse a los americanos. Lee también recibió órdenes de pago por la cantidad de 50.000 pesos, y el propio Gardoqui envió mercancía por valor de 946.906 reales: 215 cañones de bronce, 30.000 mosquetes, 30.000 bayonetas, 512.314 municiones, 300.000 libras de pólvora, 12.868 granadas, 30.000 uniformes y 4.000 tiendas de campaña.

El contacto diplomático entre Carlos III y los revolucionarios americanos era permanente. España envió a Juan Miralles al Congreso estadounidense, y el ministro plenipotenciario John Jay y su encargado de negocios William Carmichael fueron a Madrid a pedir el apoyo económico continuo. Cuando Miralles murió a fines de 1780, Diego de Gardoqui tomó su lugar.

La capitulación del general británico John Burgoyne en Saratoga en octubre de 1777, tuvo un gran impacto tanto entre los combatientes, como en Francia y España. La victoria americana en la batalla fue gracias al abasto de armas, municiones, uniformes, etc., enviados por Francia y España al recién creado Ejército revolucionario. La victoria en esta batalla representó un punto de inflexión tanto para el Ejército revolucionario como para Gran Bretaña. Al primero lo remoralizó el haberle ganado al ejército más poderoso de Europa, en tanto que el último sufrió lo contrario por su derrota.

En el caso de Carlos III, la victoria de Saratoga sirvió para convencerlo de que los días de grandeza de los británicos llegaban a su fin. Sin embargo, España aún no estaba lista para declararle la guerra a Gran Bretaña. Por otra parte, la rendición de Burgoyne convenció a la corte de Francia de declararse de forma abierta contra los británicos, y en febrero de 1778 Francia reconoció la independencia de las colonias de Norteamérica, firmando tratados de alianza y comercio con ellas. La noticia de esto para Inglaterra iba acompañada de una declaración de guerra. Francia entró oficialmente a la guerra el 17 de junio de 1778.

Mientras apoyaba en secreto la Revolución Americana, España se ofreció a interceder en 1778 entre los británicos y los colonos, con Carlos III como mediador. Francia aceptó, y la embajada española negoció con los británicos que el precio de la mediación fuera Gibraltar. Éstos rechazaron la oferta, porque no estaban dispuestos a ceder Gibraltar ni a aceptar una mediación que de facto hubiera reconocido la independencia de las colonias.Cuando la fragata británica Arethusa abrió fuego contra la Belle-Poule francesa, Vergennes le aconsejó a Floridablanca poner en acción el Pacto de Familia. España le presentó una lista de reclamos a los británicos, la cual fue rechazada en carta escrita nada menos que por el "historiador" del Imperio Británico, Edward Gibbon.

España le declara la guerra a Gran Bretaña

España por fin le declaró la guerra a Gran Bretaña el 21 de junio de 1779, al tiempo que reconocía la independencia de las trece colonias.

España emprendió entonces acciones militares contra los británicos, tanto en Europa como en las Américas. A insistencia de España, como condición para entrar a la guerra en alianza con Francia, urdieron un plan para realizar una invasión francoespañola conjunta de Gran Bretaña. El plan inicial era capturar la isla de Wight y Portsmouth, estableciendo así un control francoespañol del Canal Inglés, lo cual acarrearía graves daños a la capacidad astillera británica, con eje en Portsmouth. Aunque la flota conjunta zarpó, la invasión, que estaba planeada para ejecutarse poco después de la declaración de guerra de España a mediados de 1779, fue suspendida después de varios aplazamientos.

No obstante, el despliegue de esta flota francoespañola tuvo el efecto de amarrar de manos a las fuerzas británicas. La mera amenaza de semejante invasión evitóque los británicos pudieran desplegarse con mayor fuerza en la guerra contra las colonias. España también decidió bloquear Gibraltar, lo cual anunció en junio de 1779. A fin de cuentas el bloqueo fue un fracaso, pero una vez más logró distraer a las fuerzas británicas del frente norteamericano.

En cualquier caso, las acciones militares más importantes tuvieron lugar en las Américas, pues el ministro José de Gálvez, cuyo sobrino Bernardo de Gálvez era gobernador de Luisiana, quería combatir a los británicos. Carlos III lo había enviado a Hispanoamérica en 1765, donde supervisó la expulsión de los jesuitas en 1767 e introdujo reformas educativas para promover el desarrollo económico. Gálvez informó que si Carlos III no hubiera expulsado a los jesuitas, España "pudo haber perdido América".(25)

El 18 de mayo de 1779, antes de la declaración oficial de guerra contra los británicos, la corte española le notificó de esto a sus autoridades coloniales. La noticia llegó a La Habana el 17 de julio, que al punto despachó una orden —reflejando las primeras propuestas militares de Benjamín Franklin a Carlos III— a Bernardo de Gálvez en Luisiana, de sacar a las fuerzas británicas de Pensacola, Mobile, y las demás posiciones que ocupan sobre el Misisipí.

Una orden real posterior fue más precisa: "El Rey ha determinado que el objetivo principal de sus fuerzas en América durante la guerra en contra de los ingleses debe ser expulsarlos del Golfo de México y de las riberas del Misisipí, donde sus asentamientos son tan perjudiciales para nuestro comercio, y también para la seguridad de nuestras posesiones más valiosas".

Las hostilidades entre España y Gran Bretaña empezaron en 1779, cuando Roberto Rivas Betancourt, gobernador de Campeche en México, envió dos destacamentos contra los británicos en esa región. Un destacamento, al mando de José Rosado, tomó el cayo Cocina; el otro, al mando del coronel Francisco Piñeiro, destruyó las fábricas de Río Hondo y sacó a los británicos de Campeche.

En agosto de 1779 Bernardo de Gálvez movilizó un ejército de 2.000 hombres en Luisiana para arrebatarles a los británicos las ciudades de Manchak, Baton Rouge y Natchez. Los indios Chocta, con sus 17 jefes y 480 guerreros principales, hicieron un pacto con Gálvez prometiéndole reunir 4.000 hombres. En los primeros meses de 1780 Gálvez marchó sobre Mobile con 1.200 hombres y le puso sitio, y en marzo del año siguiente el coronel Dunford se rindió con su guarnición.

El 9 de marzo de 1782 Gálvez ancló su buque insignia artillado con 74 cañones, el San Ramón, en la bahía de Pensacola. Traía consigo 1.315 soldados de Cuba. Otros 2.253 hombres venían de Mobile y Nueva Orlens. El 19 de abril llegó otro destacamento de unos 1.300 españoles. El 7 de mayo Pensacola le presentó a Gálvez su rendición. El general John Campbell y el almirante Chester fueron hechos prisioneros, junto con 1.400 soldados.

Otro miembro de la familia Gálvez, el papá de Bernardo, Matías Gálvez, quien era presidente de la Audiencia de Guatemala, capturó el 28 de noviembre de 1779 el fuerte de San Fernando de Ornoa de manos de los británicos. Esto llevó a un ataque general contra todos los asentamientos británicos en el golfo de Honduras y la Costa de los Mosquitos en América Central. Los británicos lograron apoderarse de forma temporal de San Juan de Nicaragua, pero Gálvez organizó el contraataque haciendo de Masaya su cuartel general, y ordenando a Tomás López del Corral vigilar los movimientos del enemigo en Costa Rica. López vigiló y también capturó las posiciones británicas de Tortuguero y Bocas del Toro, mientras que a principios de 1781 Matías Gálvez afianzó la campaña con la captura de San Juan de Nicaragua.

En otros frentes, Floridablanca fue clave en lograr que la emperatriz Catalina II de Rusia declarara neutralidad armada, y en la formación de la Liga del Norte.

 

La independencia de los Estados nacionales soberanos
de Iberoamérica

1- La España de Carlos III y el Sistema Americano - Introducción
2- Las políticas económicas leibnizianas de Carlos III
3- La expulsión de los jesuitas de España
4- La participació de España en la Revolución Americana
5- La independencia de los Estados nacionales soberanos de Iberoamerica
- Indice: La España de Carlos III

El Instituto Schiller agradece su apoyo. Su colaboracion nos ayuda a publicar la Revista Fidelio, y también para organizar conciertos, conferencias, y otras actividades que representan intervenciones en la vida politica y cultural en este país y en el mundo

schiller@schillerinstitute.org

PO BOX 20244 Washington, DC 20041-0244
703-771-8390 or 888-347-3258

Copyright Schiller Institute, Inc. 2001. Todos los derechos reservados